A veces pienso que nuestra lucha es contra
molinos de vientos.
No sé hasta qué punto defender a ultranza
los ideales, los derechos de los ciudadanos, de los trabajadores, de
los minusválidos, de los dependientes, de cualquier clase
desfavorecida, nos va a reportar algún logro.
La mayoría de las veces te sientes
incomprendida, incluso te llaman loca o te invitan a ir al médico.
A veces te sientes perdida, pero me niego a
ceder en mi empeño.
Y hoy he recibido un regalo que me reafirma
en lo que digo.
Nadie valora un trabajo bien realizado, solo
importa que cubras expediente, y pidas poco.
Pero me niego a entrar en ese juego.
Defenderé hasta mi último aliento que las cosas pueden ser de otra
forma.
Que ya nos merecemos un golpecito en la
espalda de ánimo, que merecemos cobrar nuestra labor bien hecha de
forma justa.
Con esta realidad que vivimos nos empujan a
la mediocridad, pero me niego a entrar en ella.
Aunque no sé si estoy luchando contra
molinos de vientos y me volveré loca como Don Quijote.
Solo puedo decir que en mi espíritu queda
la satisfacción del trabajo bien hecho.
He tenido la suerte de compartir unos meses
con unos discapacitados, que solo me vuelven a demostrar que no hay
mayor discapacidad que la tienen los faltos de sentimientos, de amor
en su interior.
La mayor capacidad es la propia voluntad de
superar los escollos del camino.
Y de eso ellos saben mucho.
Gracias por demostrarme el valor de la lucha
diaria.
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