DESDE LA LUNA. ( INVIERNO).
Las noches son la cuna
en la que reposan sueños irreales.
Mientras me echo en mi lecho,
que es la luna.
Yo reposo el propio hecho.
Pensamiento,
miedo e ilusión, ocultos en el pecho.
Leña para el fuego de lo ficticio
cuando la oscuridad
me recuerda que mi soñar
es como otro más
entre el de los demás.
Siento que el amanecer estará entrando,
cuando acabe aceptando la propia contradicción,
aprendiendo que mi voluntad tenga intención sin pretensión.
Siento que aún no estamos preparados para acabar la noche y salir hacia un nuevo día,
preparados para atravesar la muerte y comenzar una nueva vida.
Aún no comprendemos lo que la noche es, eternidad presenciada por distraídos entes.
Oscuridad sobre la que una luz se extiende, para crear una via,
en la que por compulsión los entes se asian.
aquello de prepararse para tu propia desaparición.
El poder alcanzar en el intento tu
absoluta cristalización.
Y de nuevo yo, que al pasar la noche no encontraba una vía que fuera la mía.
Y quizá acabase perdida al final de otro posible día.
Creo ahora que despunta el Alba, palpablemente estéril esa necesidad de guía.
La luna, que es menos ardiente que el astro Rey, me dejo posarme sobre ella,
para olvidarme de su ley.
Me dejo observar junto a ella
hasta ver la raíz de toda cosa,
árboles o estrellas.
Pero ahora cerca del sol puedo sentir el renacer.
Dejaré que la claridad del rayo construya mi ser,
y que lo invisible escondido,
internamente cohibido
por lo que no hizo con ilusiones
anteriores,
vuelva valiente, como un niño ante las posibilidades.
Sintiéndose ardiente.
Siento miedo de repente:
aún con el cambio de estado, la nada sigue estando latente.
Si se mete demasiado en mi presente, podría diluir mi mente,
desaparecería tal que la luna al llegar el día.
Solo porque en el limbo de mi vida,
ahora sin guía, nada se fia,
mejor que el sol por mi os diga
que cualquier vereda que la luz os muestre,
puede ser vuestra vía.
CLAUDIA PÉREZ GORDON.