Hoy me encuentro frente al mar,
una nueva ilusión me llama, pongo mi vida en sus manos,
pero a la vez un miedo atroz se apodera de mi alma.
Me dispongo a entrar en un abismo negro y interminable,
con mis hijos bajo mis brazos.
Huimos del terror de la guerra, la persecución, y la falta de futuro.
No me importa mi vida, si la de ellos prospera, pago ese precio,
de total agrado, pero cierro por últimas vez los ojos en mi tierra,
y solo puedo pedir a mi Dios que no nos abandone.
El cansancio comienza a apoderarse de ellos, el frío y a veces el hambre, pero no hay otra salida.
Ese mar a veces cuna, a veces azote, se me aparenta interminable.
La orilla se siente tan lejos e inalcanzable...
Y sin pensarlo más nos lanzamos a lo desconocido.
Ellos me abrazan asustados, y yo los tranquilizo con cuentos de príncipes encantados.
Comienza nuestra propia estación de penitencia, donde encontraremos multitud de piedras en el camino, pero que nos llevará al Paraíso, a la Tierra prometida.
Tras es largo camino de penas y miedos, la orilla se vislumbra, una emoción recorre mi cuerpo.
Pero no todo ha terminado con el desembarco en el Edén, ahora comienza la crueldad de la sociedad europea, vallas, concertinas, campos de refugiados, desentendimiento, disputas por no acogernos.
Hijos, siento que la lucha deba continuar, aun queda un último esfuerzo, no podemos rendirnos.
Mi espíritu se desinfla cuando nos tratan como basura que nadie quiere acoger, son mis hijos, merecen un futuro, una oportunidad, pero comienzan a llegar a mis oídos que las fronteras se van cerrando, Dinamarca firma despojarnos de lo poco que nos acompaña, nuestro único equipaje podemos perderlo en manos de los poderes democráticos de países modernos y ricos.
¿ Dónde está el Edén ?
Mis hermanos me cierran sus puertas, me desprecian, se sienten invadidos.
Y aquí me veo con mis hijos perdidos, asustados y cansados, sin ningún gesto de generosidad, de humanidad por parte de la política.
A pesar de ello, estamos en tierra de Paz, no me arrepiento, lo hemos conseguido, pero el Paraíso no existe.
Ellos que colonizaron y robaron tantas riquezas, hoy tienen miedo a ser colonizados.
Pero no queremos invadir, solo pedimos refugio.
Hijos solo puedo pedir que no dejéis de luchar, aunque las fuerzas nos falten, y que cuando todo se resuelva, no guardéis rencor a quien hoy nos cierra las puertas.
Perdonar y agradecer los bienes que nos esperan, el rencor y la ira, solo engendra nuevas guerras, nuevas huidas y nuevos miedos.
Ángeles Vela.