Benditos tus Castillos, tu Caleta, tus Caballas, y hasta benditas tus gaviotas.
El milagro se repite cada año, Cádiz, bendita madre, que regala sin pedir nada a cambio, la alegría, a sus hijos, nativos y adoptivos.
Febrero despierta, Cádiz se despereza, se olvida de Gloria y de danas, de penas y de miserias, se despoja de polvo gris, y la primavera despierta.
Bendito rayo de Sol, que me regalas, te adoro, Bendita seas.
Si creo en una Diosa o Virgen eres tú, Madre, Señora, Pequeña, Coqueta, Maltratada, Generosa, Amante, Amada, y siempre Despreciada.
Que grande eres tacita de plata, que haces brillar el sol, en mi corazón triste.
De nuevo obraste ese milagro inmenso del tres por cuatro, y mis penas se disipan al arrullo de un pasodoble.
Los bellos toman vida propia, mis pupilas inventan olores , sabores y vistas, lejanas, pero tan cercanas, que siento el Levante en mi cara.
Si eso no es un milagro, querida mía, que venga el mismo Dios y lo vea.
Pasan los años, y Andalucía sigue siendo mi asignatura pendiente... Y aunque digan que todo está en los libros, no es verdad. ¡Rosas!
ResponderEliminarLos libros querido amigo, dicen mucho, evidentemente, pero este palpitar de una tierra abandonada, gran reclamo en verano, y olvidada el resto del año, es un vivir constante. Y si hablamos de Cádiz, todo se multiplica, puerto arriado, por mis millones de criaturas que buscan su tesoro, mayor índice de paro de España, cobijo de traficantes, malditos, pero fuente de alimento de muchas familias, que sobreviven trapicheando. Que fácil es criticarla, y a la vez abusar de ella, pero que difícil ayudarla. Todos disfrutan de sus costas, y a pesar de estos pesares, su gente, no tiene nombre, acogedora, cariñosa, anfitriona, cariñosa, todos somos bien venidos, bien llegados....
ResponderEliminarNací en París, me acogió Sevilla, pero mi gran amada es ese rincón Andaluz, con luz propia.
Se dice en Bilbao, que los bilbaínos nacen donde quieren... Los bilbaínos, los sevillanos Y los de Trantor... Cada ser humano, tiene SU CIUDAD, y se identifica con esta, sintiéndose natural de ella aun no habiendo nacido en ella. En el caso de este desastre creo que se le nota demasiado cual es su filia.Los veranos en Baeza, siendo niño, marcaron en mí una necesidad por conocer, más allá del mar de olivos; pero majisima ese conocimiento no hace más que resistirseme... ¡ROSAS!
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